Hola a todos, pe
Hoy va de médicos.Tras acudir la pasada semana a un evento social ,que no viene al caso explicar,para mi infortunio,era la única asistente con ciertos conocimientos sanitarios(la inmensa mayoría se dedicaban a la abogacía/empresa/ejército)he vivido de nuevo esa situación ,de por si habitual en los de nuestra profesión en la que,cualquier hijo de vecino,te hace una consulta profesional,entre canapé y canapé y "by the face"o por la cara.
Durante las 3 horas del acto ,fuí consultada por patología de rodilla(un jovezuelo atlético), artrosis de cadera(una señora mayor),una mamoplastia(una reciente madre),la conveniencia o no de aplicarse una vacuna(una doncella de conducta promiscua ,al parecer) y la idoneidad sobre un tratamiento dental(un capitán que buscaba un ascenso y quería mejorar la imagen),esto ya ,durante los dulces,con lo desagradable que resulta que te muestren los piños impregnados de chocolate para una valoración rápida y gratuita, y es que la gente no se corta ni un pelo....con nosotros los galenos.Asi pues ,cuando volvi a mi hogar y meditando sobre el tema, abrí el correo electrónico y dió la casualidad de que había recibido un mail en el que algún desconocido colega , plasmaba mi reciente vivencia y otras similares referida

Médicos de vacaciones
Los médicos somos propiedad pública, de día, de noche, en casa o de
vacaciones, siempre accesibles y encendidos.
Ahora, en verano, habrá millones de vuelos y cientos de personas que
se encontrarán mal a miles de metros del suelo. Entonces se oirá el
famoso y temido 'por favor, ¿hay un médico a bordo?'.
El resto de los pasajeros continuarán tranquilos, disfrutando de su
viaje, con la seguridad de que nunca se va a oír por el altavoz
anuncios que digan 'por favor, ¿hay una peluquera a bordo? Hay una
señora muy despeinada'. O, 'si hay un arquitecto, por favor, que se
pase por cabina que el piloto necesita una segunda opinión sobre los
planos de su casa'. Y, mucho menos, 'tenemos un pleito entre dos
pasajeros que quieren apoyar el brazo en el apoyabrazos a la vez,
¿hay un abogado en el avión?'. No, claro, qué tontería. La salud es,
al fin y al cabo, lo único realmente importante y el médico siempre
está en la obligación de cumplir con su misión de buen samaritano de
lujo.
El problema es que una llamada de este tipo es complicada. El
susodicho facultativo se puede haber tomado unas cuantas cervecitas
de esas que ahora hay que pagar, o a lo mejor le aterroriza volar y
lleva un colocón a valium.
Pero lo peor es la especialidad. 'Hola soy médico, ¿en qué puedo
ayudar?'. Y al decirlo ves a esta señora detrás agarrándose el pecho
y algo azulada. Si eres psiquiatra, forense, anatomo-patólogo,
microbiólogo, incluso traumatólogo o cualquiera de las otras
especialidades bien lejanas a la urgencia médica, en ese momento no
sabes dónde meterte o incluso te arrepientes de no haber metido
calzoncillos/bragas de recambio en el equipaje de mano.
No puedes hacerte el loco, porque probablemente seas el único del
avión que sabe a qué lado está el hígado, pero claro, de ahí a
hacerte responsable de la señora color pitufo, va un mundo. El
psiquiatra puede asegurarse de que la señora no se deprime mientras
se muere y el traumatólogo le puede revisar las caderas y, si
sobrevive, proponerle una prótesis. El forense, si se espera un
ratito, lo mismo es útil y el anatomopatólogo puede ir revisando los
filetes de la comida, más no.
Lo cierto es que uno no puede pedir a la azafata que sea más
específica y lance un aviso tipo: 'por favor, si hay un médico de
familia-de urgencias-cardiólogo-internista o intensivista, que dé un
paso adelante y los demás médicos, que callen para siempre'. No,
porque un médico es un médico y si hasta los familiares y amigos no
distinguen categorías y le consideran a uno 'chica para todo', mucho
más un extraño.
Porque ser el médico de la familia tiene su miga y tiene
connotaciones variadas. La responsabilidad que te cae encima el día
que entras en la facultad, nunca la viste venir. En caso de problemas
graves de salud de alguien cercano te conviertes en el cabecilla,
filtro, traductor, mensajero y representante de tu tribu. Hasta el
familiar más extrovertido o fanfarrón, el que siempre elige el vino,
en la vida real, te pasa la batuta y te quedas solo ante el peligro.
Y ante los pequeños altercados de salud de tu gente más cercana,
siempre estás ahí, a cualquier hora e independientemente de tu
especialidad o de la distancia para atender las ansiedades, preguntas
y aclaraciones.
Hay hermanos de los que sólo sabes cuando tienen un niño malo,
cuñados plastas de los que te cuentan hasta cuando les sale un grano,
hermanas que te obligan a decidir si ponen las vacunas de pago a sus
hijos o no, tíos que te cogen por banda para hablarte de un hombro
que les duele o madres que te leen cifra por cifra sus análisis de
sangre esperando que tú, por supuesto, te sepas todos los valores
normales. Uno se va haciendo a ello, disfrutando de esa manera
peculiar de querer a tu familia, imaginando lo aburrido que debe ser
que los familiares te llamen sólo para contarte las vacaciones o los
problemas con la hipoteca.
Haces una medicina distinta, en algunos casos incómoda, pero en
otros, tremendamente agradecida. Siempre recordaré las veces que
desde Inglaterra y por teléfono tuve el privilegio de diagnosticar
bronquiolitis o 'croup' a algún que otro sobrinillo.
Y, además de las azafatas, cajeras de supermercado y familiares para
los que siempre estás de guardia y listo para salir corriendo a una
llamada de altavoz o teléfono, están todos esos extraños que
aprovechan cualquier momento para hacerte una consulta. Siempre me
acuerdo de un fontanero que vino a arreglarme la ducha, trabajo que
le llevó un par de minutos, y después, al enterarse de que yo era
médico, me consultó durante un rato por las amigdalitis de su niño,
los problemas ginecológicos de su mujer y sus propios dolores de
espalda y seguidamente me atizó una cuenta que me dejó el bolsillo
temblando (sin recibo, claro).
Se me pasó por la cabeza la situación contraria, ver yo a este hombre
como paciente y luego, como el que no quiere la cosa, pedirle que me
arregle la lavadora rota, gratis claro. No, qué locura, por favor, un
médico es de todos y para todo.
Así que esto es lo que hay, que a los médicos todo el mundo la goza
criticándolos, pero a ver en qué otra profesión vive uno siempre de
guardia. Y para acabar, déjenme que les cuente la anécdota de un
anestesista que acude a la llamada de una azafata para encontrarse
que un cirujano necesita que su colega le ajuste la luz de lectura.
Pues eso, disfruten del verano que luego tienen todo el invierno para
ponerse malos.

Gracias por adelantado .
Ahora los videos hacedores de sonrisas que ,como es de obligación versan sobre sanitarios.
Feliz semana a todos.

1 comentario:
Pues si os consuela lo de ser psicólogo no es para menos... desde estar con alguien y que te digan si le estas psicoanalizano en el primer minuto de contacto, a que le preguntes a alguien ¿que tal? y te respondan "pues tú sabras que para eso eres psicólogo" y lo peor es que desde que a un grupo de compañeros/as se les ocurrió la béndita idea de aparecer en las catastrofes ahora todo el mundo nos reclama para las suyas personales en fin que el vecino tenga caballos y hayan moscas NO ES UNA CATASTROFE, que tu jefe te dice cosas que no te gustan NO ES UNA CATASTROFE... Yo en mi vida personal llevo mucho cuidadito en decir a lo que me dedico y si me asaltan recurro a "pues me llamas de 8 a 15h", aún así no siempre funciona.
Besos
Mamen
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